Considerando entonces que la necesidad de ingesta de agua puede variar de persona en persona, de una mujer a otra,  dependiendo del nivel de actividad, de su exposición al medio ambiente, de la dieta y de otros factores, es importante tener claro cuáles son sus niveles de agua corporal y cómo liberan líquidos, para adecuar una rutina que permita la correcta hidratación. 

Detallaremos a continuación y brevemente estas características y necesidades, aspectos que serán ampliados en sus respectivas notas complementarias. 

– Durante el embarazo se producen una serie de cambios fisiológicos que incrementen los requerimientos de agua. Una mujer embarazada necesita aumentar su ingesta diaria de agua en al menos 300 ml, con el objetivo de disponer de la cantidad suficiente para cubrir las necesidades que trae consigo la formación del líquido amniótico, el crecimiento del feto y la mayor ingesta de energía que se produce durante el embarazo.

– Un bebé necesita mucha mayor cantidad de agua en relación con su peso corporal que el adulto, porque responde directamente a las necesidades energéticas. La cantidad de energía en la primera etapa de la vida es mucho mayor porque se requiere para conseguir logros en su crecimiento y desarrollo psicomotor. Los lactantes debe considerarse de forma especial en cuanto a las pérdidas y requerimientos de agua.

– Los niños deben beber un promedio de 1,8 litros de agua hasta los 8 años de edad y, para luego subir a los 2,5 litros en los niños y hasta los 2,2 litros en las niñas, a partir de los 9 años.

– En la etapa adulta el 60% de nuestro peso corporal está compuesto por agua y esta cumple múltiples funciones vitales para el perfecto funcionamiento de nuestro organismo. Sin embargo, dado que el cuerpo no puede almacenar el agua, la cantidad de agua que se elimina cada 24 horas debe ser restituida para mantener el equilibrio hídrico del organismo. En la edad adulta, es imprescindible tomar en cuenta el alto ritmo de vida, por lo que la ingesta de agua también dependerá de la actividad que se realice, cómo y dónde: en el trabajo, la escuela, el deporte, entre otros.

– Al envejecer, disminuye la proporción de agua en el organismo; por ello, en los mayores el agua representa tan sólo el 60% en hombres y el 50% en mujeres, frente al 80% en la edad infantil y juvenil. Las personas de edad avanzada tienden a beber de forma insuficiente al sentir menos sed, lo que sumado a la  presencia de ciertas enfermedades, el consumo de medicamentos y las condiciones climáticas, pueden contribuir a su deshidratación.