Acceder a anticoncepción es un derecho y una experiencia única para cada mujer, que -con el apoyo de su médico ginecólogo- se adapta a sus necesidades de planificación familiar.
Cuando una mujer -sin importar la edad- toma conciencia sobre su deseo de tener hijos o no y entiende los riesgos que asume al tener una relación sexual, surge la pregunta: ¿Por dónde empiezo? Aquí comienza un camino por recorrer, lleno de retos, miedos y dudas. Para enfrentarlos y tomar decisiones de manera informada, deberá buscar a un médico ginecólogo, quien le acompañará y capacitará hasta convertirla en una empoderada de su vida.
Ese acompañamiento incluye escuchar y entender, pero sobre todo explicar de la manera más completa y adecuada las diferentes opciones que en materia de anticoncepción esa mujer tiene a disposición, cuáles son las que mejor se adaptan a su vida y a sus necesidades, a su estado de salud e, incluso, al tipo de pareja o de relación que mantiene.
Aspectos como la identidad de género, las experiencias previas y la percepción del rol que asume por su género son también valorados por el ginecólogo u otro profesional de la salud, al momento de hacer una sugerencia. Y es estos aspectos puede causar un enorme impacto, llevando a mujeres a asumir riesgos innecesarios. [1]
La anticoncepción es un acto de cuidado personal y de ética del cuidado cuando incluyes a la pareja. Significa evolución y madurez de la experiencia sexual y representa un enorme reto, porque trasciende la decisión personal cuando se trata de adolescentes.
La sexualidad precoz conlleva significativos riesgos para la población adolescentes, entre estos: mayores posibilidades de embarazos no planificados y de contagio de infecciones de transmisión sexual. También puede propiciar experiencias afectivas y sexuales poco gratificantes, que puede ser causantes de cambios emocionales como la infelicidad y frustración y condicionar problemas interpersonales futuros. [2]
Las relaciones sexuales precoces y sus consecuencias son una realidad difícil de esconder, con impacto especialmente significativo en países en desarrollo, porque limitan las posibilidades de progreso de las niñas y adolescentes que resultan embarazadas, disminuyendo su potencial de convertirse en miembros de la sociedad plenamente productivos. En Panamá, cifras del 2020, indican que 11,710 nacimientos vivos fueron de madres entre 10 y 19 años (15.9% de los nacimientos totales).
Un embarazo adolescente tiene un impacto físico, emocional y social; y no es exclusivo de la embarazada; sino que alcanza a la familia. Por ello, la anticoncepción es un acto de conciencia individual y colectiva.
En cada caso, en cada circunstancia, ese derecho se convierte en un deber. Es un deber de esa mujer preguntar a su médico de referencia cuál es esa primera y gran decisión que debe tomar y asegurarse el control de la situación. Las decisiones, a partir de entonces, serán suyas.
Recuerda que tu médico ginecólogo -o cualquier otro- tiene la capacidad de aclarar preguntas que son frecuentes como ¿los efectos de los métodos anticonceptivos son reversibles? ¿los métodos hormonales incrementan el riesgo de cáncer? ¿engordan o adelgazan? ¿Cuándo puedo empezar a usar métodos anticonceptivos?
No obstante, lo más importante es entender que asumir un riesgo innecesario es una decisión equivocada, porque buscar y acceder a la anticoncepción que necesitas es tomar el control de tu vida.
[1]https://www.elsevier.es/es-revista-atencion-primaria-27-articulo-condicionantes-genero-anticoncepcion-diseno-validacion-S0212656713001583
[2] https://www.pediatriaintegral.es/numeros-anteriores/publicacion-2013-04/sexualidad-y-anticoncepcion-en-la-adolescencia/
